Son las 12:28 de la madrugada... la lluvia cae sobre la ventana y la chimenea ilumina nuestros rostros, dándole un toque solemne a esta reunión. Una reunión de muertos, vivos y aquellos que se encuentran en algún punto medio. Enfrente de mi se encuentra aquel delicioso elixir dorado. Ya ha corrido mas de media botella por mi garganta sin causar algún efecto... El humo de cigarro y de madera quemada, el olor a licor y la mezcla se sus intoxicantes perfumes causan un pesado estupor que permea toda la habitacion...
La voz resultó ser sólo miedo, miedo a la felicidad y a dar todo. Miedos que alguna vez tuve, miedos que las heridas me dejaron como cicatriz. Miedos que TÚ me grabaste a fuego lástimandome sistemáticamente durante año y medio... Miedos que se quedaron marcados cuando yo dí hasta la última gota de sangre en vano
Ahora que el tiempo ha pasado, las heridas dejaron cicatriz, tan sensible y gruesa, que es difícil quitarse la armadura por dos razones. La primera es por miedo de que vuelvan a causar heridas tan grandes, pero se que tú, aquella que se sienta a mi diestra, no lo harías; la segunda también es miedo, pero uno muy diferente. Es miedo a que tú, a mi diestra, veas el daño que causo la mora. Al miedo que la sajona dejó a entregar todo y que simplemente, haya sido en vano.
-"...retirense, dejennos a solas y no vuelvan nunca más..."
Solamente quedamos tú y yo querida mía, mi pequeña mortal.
-¡Oh, que bello se ve tu rostro cuando tus ojos reflejan la danza de las llamas!
Es en esta noche, cuando mis miedos me alcanzan, cobrándose todas las veces que te condené por no poder luchar con tus miedos, causando que mis emociones a causa de tan pesada armadura y de tantas máscaras, actuen cual pólvora, inflamándose rapidamente. Irónicamente, ahora soy yo el que pide no ser condenado, el que pide algo. Solamente necesito una sincera palabra de aliento y que me ayudes a quitarme la armadura...
SEMPER TUUM
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